Maripili

Nunca he escrito sobre ti. No sé si por respeto o por admiración. De ti se podría haber escrito un millón de libros, casi tantos como los que te has ido devorando a lo largo de tu vida. Permíteme que esta noche hable de ti; sé que si supieras que QBMR existe y que tú tienes todo este post para ti, te cabrearías y dirías algo muy de tu estilo: Hijo, te voy a demandar por el uso de mi imagen.

No has tenido una vida fácil. Creo que has soportado estoícamente con tu Bastón de la Ironía todos los contratiempos que una persona puede aguantar. Tranquila, hoy no contaré miserias. Tantos adjetivos me vienen a la cabeza sobre ti en este momento y todos son positivos. Irónica hasta decir basta, consecuente con tu pensamiento, comunicativa, organizada, sincera, leal, noble, de buen corazón. Una vez un médico, esos de bata blanca de los que te reías e increpabas hasta que te daban la condicional mientras tu esperabas en el botellón, te dijo que tenías el corazón grande y tú le contestaste: Hombre majo, algo tendría que tener bien, ¿no? Creo que esa simple conversación te define perfectamente. Espero que algo de ti quede en mi. Con ser la mitad de bueno que tú me conformo.

Llevabas 4 años enferma, con tus altibajos, desde que aquel día ingresaste en la habitación de ese hospital. Me gusta pensar que durante 4 años te reíste del destino. Si él te lo ponía más complicado, tú te reías más. Al final te ganó 4 años después en la misma habitación en el mismo hospital. Habías perdido. Te habíamos perdido. En realidad, nosotros habíamos perdido más y el destino, aunque victorioso estaba seguramente muy herido en su orgullo.

El hecho de que al irte viniera tanta gente a decirte adiós me hace pensar que tuviste una vida plena. Todo el mundo supo valorarte, ver que tú no estabas aquí de paso, aunque no te gustaba alardear de ello; ni de nada. Somos todos nosotros los que presumimos de haberte disfrutado, de haber estado al lado de ti y tú al lado de nosotros.

Ahora que no estás físicamente, se echa de menos tu ironía, tu forma de ver la vida. No te preocupes el Bastón de la Ironía con el que sorteabas todos los malos momentos ha pasado a mis manos. Y lo voy a usar, espero, casi tan bien como tú. El sonido de la pala, al igual que el de tu voz, será un sonido que necesitará de mucho vino para olvidarlo.

Descansa en paz, mamá.

De lados oscuros, camareras tirachapas y guardias imperiales

Todo superborracho, como todo superhéroe, tiene un lado oscuro y tenebroso que de vez en cuando aflora. El comienzo de esta historia tiene lugar en la calle Orense de Madrid.

En esto que nos vamos a cenar al TikiGrill y nos traen la carta de vinos. Al ver el Protos crianza 2005 me vi jodido. ¡Hay que pedir una botella cueste lo que cueste! Bien, nos la traen. Está perfecta. Es posiblemente mi vino preferido y de precio para la calidad que tiene está bastante bien. Bueno el caso es que empezamos a comer y a darle a la botella de tan buen caldo; cuando de repente mi interlocutor me dijo: "¡Hostia! Que no me siento la cara" Yo tampoco la sentía. Es lo bueno que tiene el vino bueno, que te hace insensible a todo. El lado oscuro se apoderaba de nosotros.

En esto que al terminar de cenar nos pedimos unas copitas, nos las bebimos sin sentir nada. El lado oscuro crecía y crecía. Y en ese momento deseábamos irnos. Bien, pidamos la cuenta. ¿Y la camarera? Al otro lado del garito. Bueno vamos a levantar el brazo como si fueramos Oliver y Tom y estuviéramos desmarcados dentro del área. Hum, no nos hacen caso. En esto que mi lado oscuro hizo su aparición y me di cuenta de que en el sobre del azúcar venía el teléfono del restaurante. No hay problema, cojo el móvil y llamo. Transcribo la conversación:

-Buenas tardes. -Será buenas noches, decía yo. Mira que somos el de la camisa roja y el del polo de rayas, que si nos traeis la cuenta. Que llevamos media hora desmarcados y no nos pasais el balón.

El maître bastante enojado colgó sin decirme ni mú y se fue a espetar a una camarera que me trajo la cuenta rauda y veloz.

Bien, ¿dónde vamos? Mira el jaleo está abierto. Para allá que vamos. Además una simpática panameña nos da unos pases. ¡Qué maja! En esto que llegamos y el bar estaba vacío. Nos pedimos una copa y nos pusimos a hablar con la camarera. Muy, muy maja. Se tomó copas con nosotros. Nos escuchó. Nos invitó a chupitos, a una copa. Y cuando le decíamos cosas que no le gustaban como por ejemplo que no queríamos rollo con ella, nos tiraba chapas y nos increpaba. Una auténtica maravilla. Por cierto, yo mientras estaba roneando a la panameña, jajaja.

Siguiente parada: Shabay. Estuvimos poco tiempo porque a mi un señor mayor tocándome el saxo al lado del oído al ritmo de la música house me da mucho miedito. Sin pena ni gloria.

Y de camino al Imperio (Nótese la similitud con el La Guerra de las Galaxias) Pop la guardia imperial se pensaba que éramos traficantes o algo por el estilo y me cachearon. Un hombre me toca. No se puede terminar mejor la noche.

Mientras escribo esto estoy escuchando: Pereza y Deluxe - Matar al cartero. (Gracias Goldfillo, no hay mejor canción que describa lo que está pasando)