Todo superborracho, como todo superhéroe, tiene un lado oscuro y tenebroso que de vez en cuando aflora. El comienzo de esta historia tiene lugar en la calle Orense de Madrid.
En esto que nos vamos a cenar al TikiGrill y nos traen la carta de vinos. Al ver el Protos crianza 2005 me vi jodido. ¡Hay que pedir una botella cueste lo que cueste! Bien, nos la traen. Está perfecta. Es posiblemente mi vino preferido y de precio para la calidad que tiene está bastante bien. Bueno el caso es que empezamos a comer y a darle a la botella de tan buen caldo; cuando de repente mi interlocutor me dijo: "¡Hostia! Que no me siento la cara" Yo tampoco la sentía. Es lo bueno que tiene el vino bueno, que te hace insensible a todo. El lado oscuro se apoderaba de nosotros.
En esto que al terminar de cenar nos pedimos unas copitas, nos las bebimos sin sentir nada. El lado oscuro crecía y crecía. Y en ese momento deseábamos irnos. Bien, pidamos la cuenta. ¿Y la camarera? Al otro lado del garito. Bueno vamos a levantar el brazo como si fueramos Oliver y Tom y estuviéramos desmarcados dentro del área. Hum, no nos hacen caso. En esto que mi lado oscuro hizo su aparición y me di cuenta de que en el sobre del azúcar venía el teléfono del restaurante. No hay problema, cojo el móvil y llamo. Transcribo la conversación:
-Buenas tardes.
-Será buenas noches, decía yo. Mira que somos el de la camisa roja y el del polo de rayas, que si nos traeis la cuenta. Que llevamos media hora desmarcados y no nos pasais el balón.
El maître bastante enojado colgó sin decirme ni mú y se fue a espetar a una camarera que me trajo la cuenta rauda y veloz.
Bien, ¿dónde vamos? Mira el jaleo está abierto. Para allá que vamos. Además una simpática panameña nos da unos pases. ¡Qué maja! En esto que llegamos y el bar estaba vacío. Nos pedimos una copa y nos pusimos a hablar con la camarera. Muy, muy maja. Se tomó copas con nosotros. Nos escuchó. Nos invitó a chupitos, a una copa. Y cuando le decíamos cosas que no le gustaban como por ejemplo que no queríamos rollo con ella, nos tiraba chapas y nos increpaba. Una auténtica maravilla. Por cierto, yo mientras estaba roneando a la panameña, jajaja.
Siguiente parada: Shabay. Estuvimos poco tiempo porque a mi un señor mayor tocándome el saxo al lado del oído al ritmo de la música house me da mucho miedito. Sin pena ni gloria.
Y de camino al Imperio (Nótese la similitud con el La Guerra de las Galaxias) Pop la guardia imperial se pensaba que éramos traficantes o algo por el estilo y me cachearon. Un hombre me toca. No se puede terminar mejor la noche.
Mientras escribo esto estoy escuchando: Pereza y Deluxe - Matar al cartero. (Gracias Goldfillo, no hay mejor canción que describa lo que está pasando)
0 copas me tomé anoche:
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